Cuando te declaras en insolvencia, esto puede ser como lanzar un salvavidas en medio de un mar de deudas, pero ¿te puedes salvar de un embargo? La respuesta es sí, pero no tan fácilmente.
Cuando una persona se declara en insolvencia o comienza un proceso concursal, por lo general se le otorga una especie de escudo temporal contra acciones legales de los acreedores, como embargos. Este tiempo de protección puede ser como una pausa estratégica, brindando la oportunidad de reorganizar las deudas o vender los activos de manera ordenada bajo la supervisión de un administrador concursal. Sin embargo, una vez que este período inicial ha pasado, el riesgo de embargo aún existe.
Entonces, aunque la insolvencia puede darte un respiro temporal, no es una solución permanente contra el embargo. Es importante aprovechar ese tiempo sabiamente para encontrar una solución a largo plazo para tus problemas financieros.
¿Qué significa ser insolvente?
Cuando las deudas te sobrepasan y ya no puedes pagarlas a tiempo, entras en un estado de insolvencia. Esto básicamente significa que tus deudas son más grandes que tus recursos disponibles. La insolvencia tiene dos formas principales: financiera y comercial.
La insolvencia financiera ocurre cuando una persona o entidad no puede cumplir con sus obligaciones financieras, como pagar facturas, préstamos o deudas. Esto puede suceder por diversas razones, como la pérdida de empleo, gastos imprevistos, reducción de ingresos, malas inversiones o una mala gestión financiera.
Por otro lado, la insolvencia comercial es cuando una empresa no puede pagar sus deudas comerciales y financieras. En otras palabras, ocurre cuando la empresa se queda sin efectivo para cubrir sus compromisos, lo que puede llevar a problemas graves en su funcionamiento y hasta a la quiebra.
¿Qué es lo malo de declararse insolvente?
Declararse insolvente puede ser una solución necesaria para lidiar con problemas financieros abrumadores, pero también conlleva algunas consecuencias negativas.
Una de las principales implicaciones es que puede dañar tu puntaje de crédito y tu historial crediticio. Esto puede dificultar obtener crédito en el futuro y, si lo logras, es probable que te cobren tasas de interés más altas.
Además, declararse insolvente también puede acarrear costos financieros y legales, como honorarios de abogados, tarifas de presentación y otros gastos asociados al proceso.
A pesar de estas desventajas, la declaración de insolvencia puede brindar el alivio necesario y la oportunidad de comenzar de nuevo financieramente. Es una decisión importante que debe tomarse con cuidado, considerando tanto los aspectos positivos como los negativos.
¿Qué consecuencias trae la ley de insolvencia?
La Ley Concursal establece un procedimiento formal para la declaración de insolvencia y la reestructuración de deudas tanto para personas físicas como para empresas. Este procedimiento incluye la posibilidad de llegar a acuerdos con los acreedores y, en casos extremos, la liquidación de activos.
Esta ley establece dos tipos de procedimientos de insolvencia: el concurso voluntario, iniciado por el propio deudor, y el concurso necesario, iniciado por los acreedores.
Dependiendo de la situación financiera del deudor, el procedimiento concursal puede resultar en la liquidación de activos para pagar a los acreedores o en la reestructuración de deudas a través de un plan de pagos aprobado por el tribunal.
Los deudores que se someten al procedimiento concursal pueden enfrentar restricciones financieras adicionales, como la prohibición de disponer de ciertos activos sin autorización judicial y la obligación de proporcionar información financiera al administrador concursal.
¿Qué pasa si una persona se declara en insolvencia?
Cuando una persona se declara insolvente, lo más común es que inicie un proceso llamado concurso de acreedores. Este procedimiento, regulado por la Ley Concursal, aborda la situación de insolvencia de una persona física o jurídica.
Al comenzar el concurso de acreedores, el deudor recibe automáticamente protección contra las acciones legales de sus acreedores, como embargos o ejecuciones hipotecarias.
Durante este proceso, se examina la situación financiera del deudor y se elabora un plan de pagos o un acuerdo con los acreedores para reestructurar las deudas y tratar de satisfacerlas en la medida de lo posible.
En algunos casos, si no se logra llegar a un acuerdo con los acreedores o reestructurar las deudas de manera viable, el procedimiento concursal puede resultar en la liquidación de los activos del deudor para pagar a los acreedores en la medida de lo posible. Es una especie de «plan B» para tratar de resolver la situación financiera de manera ordenada y justa para todas las partes involucradas.
¿Quién me paga si se declara insolvente?
Si tu deudor se declara en insolvencia y se inicia un proceso concursal, es el administrador concursal quien se encarga de gestionar los activos y pasivos del deudor de manera imparcial y transparente..
En el contexto de un proceso concursal, si los activos del deudor son insuficientes para pagarte todas las deudas, puedes recibir pagos proporcionales según un orden de prelación establecido por la ley.
Este orden puede variar según el tipo de crédito y las garantías asociadas. Generalmente, los acreedores con garantías reales (como hipotecas) tienen prioridad sobre los acreedores con garantías personales (como préstamos sin garantía).
Es importante tener en cuenta que, en algunos casos, es posible que no recuperes la totalidad de las deudas pendientes incluso después de la liquidación de los activos del deudor.
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